viernes, 1 de julio de 2011

Dedicatoria personal a un hombre calvo.

Larga vida a tus ojos celestes,
larga vida a tus ríos de sangre,
larga vida al caminar rápido, seguro, experto.
Larga vida a tu intuición infalible,
a tu ser pez en el agua del mundo que buscaste.
Larga vida a tu abrazo...
el más sincero,
el más fuerte,
el que me salvó, me acompaña y desea el buen viaje.
Larga vida a tu palabra, poca. Justa.
Larga vida a tu risa de cachetes enrojecidos y dientes graciosos.
Larga vida al compañero indubitable.
Al que desempeña las tareas de los dioses en la tierra,
a quien la paz tiene de padre.
Por jugar limpio, siempre.
Por no conocer ni una excepción en tu regla.
Por tus estoicas convicciones, tu fuerza y tu fragilidad.
Porque lo más hermoso es la poca conciencia que tenés de tu grandeza.
Un ser de amor, si los hay.
Para que sigas siendo la piedra angular de varios mundos.
¡Salud! ¡Larga vida!
Y se guarda en mi sonrisa la lagrimita que me nace algunas veces con tu nombre.